Engañé a la chica y le froté el coño. Engañé a la joven con una historia sobre un pez en un arroyo. Ella lo dudó y me llamó sucio mentiroso. Así que hice una apuesta: si existe y se lo enseño, podré comerle el coño allí mismo, en las rocas, delante de todos. Si miento, ella podrá golpearme en la cara. La joven aceptó y la llevé a un lugar más apartado y le bajé las bragas para atraer a los peces, luego le mostré que estaba en mis bragas.